domingo, 11 de enero de 2009

Se acabaron los festejos

Bueno, ya se acabaron los festejos del Yule, la navidad y todo eso (y, por consiguiente, ya estamos entrando de cabeza en el Carnaval). Este año, por primera vez, no he podido hacer lo del turrón e irme a casa por navidad. He aguantado todas las fiestas en Sevilla, lo que me ha permitido constatar algunas cosas que pueden tener interés o no, pero que me han llamado la atención:

- La primera es que la noche de fin de año puede verse un enorme espectáculo de fuegos artificiales desde mi balcón. Me quedé con mi hija viéndolos después de que dieran las campanadas (bueno, los acordes de guitarra, que vimos lo de las uvas por Canal Sur, que para eso en mi casa somos medio cordobeses). Yolanda se acostó a eso de las 00:30. Se podía observar, en la lejanía, una gran cantidad de explosiones de vivos colores, desde un extremo a otro del campo visual que hay desde mi casa (todo lo que hay desde el puente del Quinto Centenario hasta la Giralda, más o menos). Yo diría que la principal "línea de fuego" era el río (bueno, la trocha esa que dejaron, porque el río de verdad pasa por fuera de la ciudad desde hace tiempo), aunque también se observaban luces más cercanas, incluso algunas por mi barrio. El ruido de los cohetes le hacía gracia a Sonia, que parecía preocupada porque despertarían a los pajaritos. El espectáculo duró una media hora, más o menos, aunque después siguieron escuchándose petardos y cohetes durante la madrugada. Mi hija tuvo el "detalle" de acostarse a las 2:00 am. Yo ya me había quedado dormido en el sofá, como el día anterior, con la mantita de cuadros azules en lo alto.
Estuve buscando a ver si había algún vídeo del tema "Fireworks" de Angra para ilustrar esto de lo que hablo, y sólo he encontrado una actuación en directo grabada con una sola cámara.





- La segunda es la cabalgata de reyes del día 5 de enero, que no pasaba precisamente cerca de mi casa. Problemas logísticos inesperados hicieron que no pudiera verla en la ubicación que quería, así que fuimos un poco más tarde a la otra punta de Sevilla a presenciar el evento. Yolanda y su hermano se quedaron en casa (una de baja y otro lesionado), y me llevé a Sonia con mi concuñada a ver el espectáculo. En primera instancia no quise aparcar en el campo de la Feria, sino meterme un poco más para Los Remedios. Craso error el mío. No cabía un alfiler en las calles del mencionado barrio, y por Triana la cosa no estaba mucho mejor. Además, la policía local tenía ciertas calles cortadas y desviaba el tráfico aquí y allá, de modo que, sin comerlo ni beberlo, me vi de vuelta en Luis Montoto, camino a mi barrio, cogiendo de nuevo la circunvalación y aparcando en la zona de la Feria, totalmente controlada por gitanos aparcacoches que hicieron su agosto en pleno mes de enero.
Nos apresuramos porque habíamos oído que la comitiva estaba cruzando el Puente de Los Remedios (menos mal que ya ha dejado de llamarse "del Generalísimo", aunque la calle que lleva desde allí a la Feria se sigue llamando "del Presidente Carrero Blanco"). Al final, después de correr un poco porque pensábamos que la estábamos pillando por la cola, la vimos pasar en la esquina entre Virgen de Luján y Asunción. Sonia no tardó en pronunciar "a catta" (que significa "a casa"), a pesar de que le cogí algunos caramelos de los que tiraban desde las carrozas, y a pesar de que le estaban gustando los tambores ("camboyeh", en su incipiente castellano), que, por cierto, tronaban con la misma cadencia que emplean para las procesiones de Samana Santa.
Y es que estos sevillanos son así: en vez de llevar villancicos o canciones infantiles (que para eso es un evento para los niños), ponen un par de bandas de música a tocar los tambores como si estuviera pasando un cristo o una virgen. Menos mal que no sonaban marchas procesionales (las trompetas iban calladitas). Hubiera sido ya el colmo.
En definitiva, como Sonia quería volver a casa, fuimos recorriendo la cabalgata hacia atrás, para poder presenciarla entera (aunque a más velocidad) y terminar prontito. Lo peor fue salir del aparcamiento. Los que nos cobraron por aparcar ya habían desaparecido, antes de tener que regular un poco el tráfico de salida, y permanecimos 15 minutos en una cola que no se movía un ápice, así que decidimos salir por la que, a priori, parecería la peor salida, y constatamos que, al menos, los vehículos de esa cola iban moviéndose. Al final, salimos de los aparcamientos en unos 35 ó 40 minutos, y apenas tardamos 15 en cruzar la ciudad para llegar a casa. Extenuante, de verdad.

- Finalmente, no puedo dejar de acordarme de toda la familia del que intentó robar el coche de Yolanda entre el 30 y el 31 de diciembre, y que no se contentó con romper un cristal, sino que también se cargó el volante al tratar de desbloquear la dirección, probablemente de una patada: patada que sin duda hubiera estado mucho mejor dada en toda su entrepierna. Si las maldiciones y los malos deseos se cumplen, el pobre infeliz debe estar ya en el hospital, a punto de morir y sin un Doctor House que le diagnostique qué le pasa. Pero no creo que sea así, y el mamón estará por ahí destrozando cristales y cosas de esas.


Feliz año nuevo

Puli, el Cascarrabias.

Nota: Escribí esto del tirón el día 8, creo que fue. Espero que mis lectores sepan disculpar el estilo algo atropellado y repleto de paréntesis.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya tela.
Pues menos mal que tus queridas celebraciones de Yule, fuegos aparte, han quedado atrás.
Que Murphy os pillé confesaos después de semejantes atascos, viruses y ladrones de tres al cuarto.

Es hora de desayunarme un cruasan.
Hasta luegos y dingstru.

El Puli dijo...

Naaa, esto es porque 2008 esra un año bisiesto, y aparte duraba un segundo más. Los años bisiestos tienen mala fala, y si duran más de la cuenta, no te digo ná...

Disngstru para tí también.